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Corea: Día 3 – Segundo día visitando Seúl



Después de desayunar en el hotel y con un calor extremo para ser tan temprano, visité el Santuario de Chongmyo (Jongmyo). La entrada a este templo también viene incluida en el pase multipalacio que compré el primer día. Lo mejor es visitar Chongmyo y luego los Palacios de Changdeokgung y Changgyeonggung, porque está todo relativamente cerca y se puede ir andando de uno a otro sin cansarte mucho.

Al ser tan temprano el templo estaba vacío. Declarado Patrimonio de la Humanidad, El Templo de Chongmyo fue consagrado a los antepasados de la dinastía Chosŏn, y tiene actualmente el mismo aspecto que tenía en el siglo XVI. Custodia las tablillas que registran las enseñanzas de la anterior familia real. Ceremonias rituales que todavía unen a la música, el canto y la danza, se realizan allí, perpetuando una tradición que comienza en el siglo XIV. El templo está recorrido por un camino de piedra por el que no se puede caminar, porque está reservado para los espíritus y no queremos ponernos en su camino...


Lo más impresionante es Jeongjeon, el hall principal del santuario. Cuando un rey o una reina moría, se declaraban tres años de luto en el palacio. Transcurrido este periodo su tablilla se traía aquí para guardarla.


Desde allí, llegué caminando al tercer palacio: Changdeokgung Palace. Patrimonio de la Humanidad desde 1997, dentro se puede ver el trono del emperador y el Jardín Secreto. Para este último, es necesario apuntarse a la visita guiada que ofrecen en taquilla. El entorno es precioso, pero la visita no me mereció mucho la pena. La guía no hablaba muy bien inglés y se equivocaba muchísimo. La gente se aburría y empezaba a dar vueltas por allí y a molestar, un guardia tuvo que vigilar a nuestro grupo para que no hicieran el cabra… un desastre. En todo caso, la visita debería haber durado menos, para mi gusto (y la gente aprender a comportarse).


Después de caminar entre jardines durante un buen rato y dar mil vueltas, tuve que preguntarle a un guardia por la salida y a otro por la entrada del último palacio que me quedaba por ver, Changgyeonggung Palace. Están los dos tan unidos, que casi se solapan. Su origen se remonta al siglo XV, aunque a lo largo de su historia también fue un parque, un invernadero y un zoo. La verdad es que ya estaba cansada de tanto palacio. Los edificios son muy parecidos. De éste lo que más me gustó fue su invernadero, que era distinto a lo que había visto en los otros palacios.


Del fresquito de estar rodeada de naturaleza en los palacios, volví al tórrido calor de las aceras y al asfalto, paseé por grandes avenidas y calles hasta dar con el Templo Jogyesa, casi de casualidad. Me llamaron la atención unos farolillos que había en la puerta, y que estaba lleno de gente y de colorido. Entré por entrar y en su oficina de información me di cuenta de que era Jogyesa donde estaba. Es un templo pequeño, pero bastante original. Pertenece a la orden budista más importante de Corea y cuenta con un bonito patio lleno de farolillos y graciosas estatuas de Buda. Su entrada es gratuita. En la oficina atienden en inglés y te regalan una bonita postal.



Dentro había mucha gente sentada alrededor de una pagoda pequeñita, gente rezando y mesas donde estaban haciendo talleres con niños. Una mujer tenía un puesto en el que regalaba botellas de agua y té. Sería para sobrevivir a este calor.

Es uno de los templos más graciosos que he visto, por las estatuas de Buda tan bonitas que tiene.


De vuelta a los grandes rascacielos, paseé por el centro para acercarme a la zona de Seoul Plaza. Las esculturas que me encontraba a mi paso me encantaban, como ésta de una niña sujetando unos globos:


Ya en Myeongdong, opté por comer curry coreano con chapiñones en un restaurante especializado. Los tickets se compraban en una máquina y se le daban a la cocinera para que hiciera la comida. Al más puro estilo japonés. 



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Para poder visitar la DMZ te tienes que poner en contacto con las múltiples empresas autorizadas por la ONU y por el Gobierno Coreano para realizar estos tours.

Existen diversos tours organizados para visitar la Zona Desmilitarizada. Su precio más o menos es el mismo, aunque tienes que mirar muy bien el itinerario de cada uno para saber exactamente qué se visita. Por ejemplo, lo más interesante, que es la JSA no está disponible siempre, ni tampoco la visita a los túneles. Además, la zona puede quedar cerrada al público por motivos políticos y/o militares en cualquier momento y, en ese caso…no se devuelve el dinero.

Para mi visita contraté la excursión combinada JSA Panmunjom & DMZ the 3rd Tunnel con la empresa tourdmz. Para hacerlo busqué muchas opciones en internet y tuve que esperar hasta un mes antes para que me confirmaran que la ONU les daba el permiso para la fecha en la que yo estaba disponible. No todos estos lugares se pueden visitar todos los días.

Recibí toda la información necesaria en mi email y no tuve que pagar nada hasta el día de salida. Ese día me dirigí a las 7’40 al punto acordado: el Hotel President (16 Eulji-ro Jung-gu Seoul) 3rd floor “TOUR DMZ” desk. En la planta baja del hotel, nadie sabía nada, ni siquiera podían hablar inglés. Así que me fui directamente al ascensor y los encontré en la 3ª planta. Allí había bastante cola de gente esperando. Pagué con la tarjeta de crédito, confirmaron que mi vestimenta era adecuada para la visita y me indicaron dónde estaba mi autobús: un vehículo lleno de adornos por dentro y bastante hortera.

1. Joint Securiry Area (JSA) Panmunjom

Mi autobús se llenó de turistas, la guía nos dio una botella de agua a cada uno y comprobó que todos llevábamos el pasaporte. A continuación, nos fue dando información en inglés sobre nuestro tour.

Nada más que el viaje hasta la frontera ya merece la pena. Hay más de 50 km de vallas que impiden el paso de una Corea a la otra, torres de vigilancia, soldados, cámaras…


Nuestra primera parada fue en la famosa JSA. Si eliges un tour en el que no venga incluida esta visita, no será tan interesante. Antes de entrar, soldados estadounidenses y coreanos nos revisaron a todos el pasaporte en el mismo autobús. A continuación, el autobús pudo pasar y dejarnos en la entrada de un gran edificio.

Otro soldado estadounidense nos recibió y nos guió hasta una sala de conferencias en la que proyectaron un vídeo y nos hicieron una presentación de la zona. Tuvimos que firmar un documento en el que ponía que éramos conscientes del lugar en el que estábamos, del peligro que suponía y de que ellos no se hacían responsables de lo que nos pudiera ocurrir allí.


Panmunjom se hizo famoso por utilizarse para las negociaciones que tuvieron lugar entre las dos Coreas y para firma el fin de la guerra en 1953, para el que tuvieron que realizar 765 reuniones. El edificio que nos dejan visitar es el Área de Seguridad Conjunta, con las construcciones azules que están en mitad de la línea de demarcación militar. Justo ahí, en el área conjunta, es donde se pueden reunir los representantes de ambos países. La puerta de acceso a Corea del Norte está fuertemente vigilada por un guardia. Es el único momento en el que pisaremos suelo norcoreano. Soldados norcoreanos y surcoreanos con gafas de sol, para impedir que se vean sus ojos, vigilan todos los movimientos de los turistas. La sala cuenta con tres micrófonos que graban todo lo que se dice allí las 24 horas del día. Estar allí es bastante inquietante. Es como si hubiera mucha tensión, como si la guerra fuera a estallar de nuevo en cualquier momento.


Fuera de los barracones azules, en ambos extremos, frente a frente, se miran las caras todos los días los soldados de ambas Coreas, cada uno en su línea fronteriza.


Una vez vista la línea divisoria, pasamos a recorrer dentro de la Freedom House, una especie de museo con un montón de paneles informativos sobre la guerra, videos y objetos. Lo más famoso es el tronco del árbol que hace referencia al Incidente del Hacha. En 1976, dos soldados estadounidenses fueron asesinados por los norcoreanos mientras estaban talando un árbol que impedía ver bien desde una torre de vigilancia. Los norcoreanos se escudaron diciendo que es que había sido plantado por Kim Il-Sung. En honor a uno de estos soldados muerto, Arthur Bonifas, el puerto militar de la ONU, ubicado a 400 metros al sur de la frontera, se bautizó como Camp Bonifas.


Fuera, nos dejaron un rato para hacer fotos a los lugares permitidos y para visitar la Freedom House Pagoda.


En el autobús nos informaron de que el Puente de No-Retorno no nos lo podían enseñar ese día por estar haciendo maniobras militares. Por lo que nos montamos de nuevo en el autobús y vimos de lejos Propaganda Village, la ciudad de Kijong-dong, en la que no vive nadie. Un montaje creado por Corea del Norte para hacer ver a los surcoreanos que su calidad de vida es óptima. Las fachadas de las casas sólo están pintadas por la zona que se ve desde el sur y todas las luces de los edificios se encienden por la noche a la vez. Una pantomima. Desde la frontera se puede ver un mástil de 160 metros de altura que sujeta una gran bandera, superando así los 100 metros del mástil surcoreano.

Nuestra siguiente visita fue una pequeña tienda en Paju, donde paramos todos para ir al servicio (en la JSA no se puede) en la que vendían productos y souvenirs de la zona, como estas bolitas de chocolate y soja.



2. Imjingak Park 

De nuevo, el autobús nos llevó a Imjingak Park (Freedom Bridge). Un poblado que se construyó en 1972 para los desertores de Corea del Norte. Allí se puede ver el Puente de la Libertad, desde el que se intercambiaron 13.000 prisioneros de guerra en 1953 y un tren que quedó abandonado tras la guerra.



Es un sitio bastante curioso, montando en plan parque temático, al que vienen a pasar el día muchos surcoreanos durante los fines de semana. En la planta alta del edificio principal hay un observatorio desde el que poder ver Corea del Norte.


3. Comida tradicional coreana

En mi tour venía incluida la comida (la bebida no). Nos llevaron a una pequeña casita que por fuera no tenia muy buena pinta, pero por dentro todo estaba genial y muy bien organizado. Disfrutamos de un gran festín.



4. Tercer túnel

Después de la comida llegamos al Tercer Túnel. Si en algún momento se nos había olvidado que esto era una auténtica turistada, aquí está este túnel para recordárnoslo. El túnel se descubrió en 1978 y tiene 1635 metros de largo, 1’95 de largo y 2’1 de ancho. Se mete 435 metros al sur de la frontera.

En total se han descubierto cuatro túneles excavados por los norcoreanos, aunque se piensan que pueden ser muchos más. Los hacían con la intención de movilizar a sus tropas hacia Corea del Sur de manera rápida y atacar por sorpresa en caso de guerra.


Para hacer la visita nos montaron en un trenecito y nos bajaron a ver el túnel. Hacer fotos durante esta visita está prohibido. Allí nos dijeron que cada vez se encuentran más desertores norcoreanos jóvenes que vienen por el túnel en busca de una vida mejor y para ver si existe un mundo igual que el que aparece en las revistas clandestinas que consiguen de los chinos. El último que llegó, cuando le preguntaron el motivo de su llegada, dijo “Vengo por hambre”. Se te ponen los pelos de punta.

5. Dora Observatory

Este es el observatorio desde el que mejor se ve Corea del Norte. En la terraza del edificio hay una serie de binoculares de gran alcance desde los que ver Propaganda Village y la frontera. 


6. Estación de Dorasan

La visita acabó en la antigua estación de tren que unía Corea del Norte y Corea del Sur y que hoy permanece cerrada. Su interior es igual que cualquier estación que esté actualmente en funcionamiento, con sus lavabos, sus tornos, sus indicadores de trenes… Pyeongyang tan sólo está a 205 km y se espera que algún día pueda el tren unirla con Seúl.



En un stand puedes comprar una postal en la que te ponen un sello conmemorativo y un billete de tren para ir a su interior. Pasas el billete por el torno y puedes llegar hasta el mismo andén. 



Llegamos al Hotel President cerca de las seis de la tarde, con un día muy aprovechado.

Cosas a tener en cuenta cuando visitas la DMZ

⬥ Se tiene que ir en todo momento con el pasaporte encima.
 No se puede llevar puesto:
             ○  Vaqueros con agujeros, ni despintados.
             ○  Ropa militar.
             ○  Pantalones cortos.
             ○  Minifaldas.
             ○  Sandalias, ni ningún tipo de zapatos abiertos.
             ○  Tacones.
             ○  Pantalones de cuero.
             ○  Camisetas sin mangas.
 No se puede hacer fotos a los edificios de Corea del Norte.
 No se puede hacer fotos a los lugares que nos marquen los soldados.
 No se puede hacer caso de ningún militar de Corea del Norte.
 No se puede hablar, gritar, señalar o insultar a ningún militar de Corea del Norte.

 No se puede salir de los caminos marcados. 

 Los tours se llenan muy pronto, por lo que te aconsejo hacer la reserva con mucha antelación. 
 Si la visita se cancela por motivos político-militares, no se devuelve el dinero.

 Precio de la visita conjunta JSA-Tercer Túnel: 130,000 KRW por persona (comida tradicional coreana incluida).

 Empresa: http://www.tourdmz.com


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Corea: Día 2 – Visitando la DMZ y el centro de Seúl


Me levanté muy temprano y me fui directamente al sótano del hotel para desayunar. Allí había de todo para elegir, junto a la habitación tradicional coreana.

A las 7’40 estaba esperando en el cercano Hotel President. Justo allí había quedado con los de la agencia tourdmz, con los que llevaba mandándome correos desde hacía dos meses, para pagar mi reserva de la excursión a la Zona Desmilitarizada.

Estaba bastante nerviosa por ir a la frontera más militarizada del mundo y, desde mi fatídica experiencia con las fronteras rusas, me dan un poco de respeto estos sitios. Pero, una vez en Corea, ¿cómo no iba a aprovechar la oportunidad de ver este lugar?

Para acceder la Zona Desmilitarizada, sobre todo a la Joint Security Area, es necesario contratar alguna excursión con una empresa autorizada por el gobierno surcoreano y por la ONU.


Más o menos, a las 18’00 llegamos de nuevo al Hotel President. Me paseé por los alrededores de Seoul Plaza, donde pude ver parar más autobuses llenos de policías (ya me estaba acostumbrando) y caminé hasta la Puerta de Sungnyemun.



De vuelta a Seoul Plaza empecé a callejear y me encontré con un mercado lleno de puestos en la calle y de actuaciones callejeras, al lado del río.



De noche, seguí callejeando hasta llegar a la zona comercial de Myeongdong, el centro neurálgico de la ciudad y una de las zonas con más vida. Para los amantes del K-Pop éste es uno de los mejores lugares para encontrar objetos relacionados con estos grupos de música que cada vez se están volviendo más populares en España. Además, Myeongdong es una de las zonas comerciales más especializadas en la venta de cremas, mascarillas y otros productos de belleza. Las mejores ofertas duran de viernes a lunes. 

Allí me encontré puestos de todos los tipos, procesiones en honor a Cristo de una sola persona (pero con un altavoz desde el que sonaban marchas procesionales a toda hostia), gente disfrazada, restaurantes curiosos...


Comí en sus puestos callejeros y acabé la noche en Seoul Plaza donde estaba teniendo lugar el Festival de música I-Seoul-U.



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Corea: Día 1 – Mi primer día visitando Seúl



Salí desde Madrid a las 7’20, hice una escala en Munich de dos horas y aterricé en Seúl a las 5’35. Mi vuelo lo contraté a través de Expedia por 992€, ida y vuelta con Lufthansa y tres noches de hotel.

Nada más llegar al aeropuerto, después de asombrarme con el robot que daba la bienvenida a los viajeros cambié euros por wones, compré en el hall de llegadas un pocket wifi y, en un conbini, la tarjeta T-Money. La cargué y me fui directamente a coger el tren que me llevaría a Seoul Station. Desde allí, hice transbordo a la línea verde hasta llegar a Euljiro. Salí en una gran avenida y me metí por una callejuela para llegar al hotel. La callejuela tiraba un poco para atrás, con todo en obras y un club sospechoso en la esquina. Sin embargo, mi hotel, aunque modesto, estaba muy bien.

En la recepción hicieron lo posible por darme una habitación a pesar de llegar tan temprano, pero no había ninguna libre. Así que dejé mi equipaje allí mismo y me dispuse a explorar la ciudad. Lo que más me sorprendió fue el calor húmedo que hacía a tan temprana hora de la mañana, me estaba asfixiando. Esta sensación me acompañó varias veces a lo largo de mis días en Seúl, tanto a la ida como a la vuelta. En ocasiones, aunque no estuviera planificado en mi itinerario, tuve que irme corriendo al hotel para ducharme con agua fría y descansar una media hora con el aire acondicionado a tope para volver a salir después a proseguir mi camino. Así evitaba los golpes de calor, a los que les tengo mucho miedo.

Caminando por una gran avenida llena de tiendas y restaurantes especializados en barbacoas, y atravesando zonas llenas de grandes rascacielos, llegué a Seoul Plaza 서울광장, frente al Ayuntamiento y a la Biblioteca Metropolitana. Allí había varia gente manifestándose en contra del gobierno actual y de los homosexuales.


En frente de Seoul Plaza, encontré el Deoksugung Palace 덕수궁, el primero de los cuatro palacios que iba a visitar en Seúl. En la taquilla opté por comprar un pase multipalacio por 10.000 W, en el que entraba también el ticket para uno de los templos más importantes de la ciudad, así como la visita guiada al Jardín Secreto en uno de los palacios. Deoksugung Palace se construyó como residencia para el príncipe Wolsan en el siglo XV. 

En su interior se puede ver un pequeño museo en el que dibujar tus propios sellos, y el Daehan Empire  History Museum, cuya entrada se compra aparte.

Algo importante cuando vayas a visitar Corea y Japón: llévate una libreta tamaño cuartilla si quieres tener un recuerdo con los sellos que te vayas encontrando. Los hay en todos los sitios relevantes y algunos son bastante bonitos.
A la salida del palacio, me di cuenta de que había una gran multitud esperando detrás de unas vallas. Me esperé ahí un rato expectante y, al poco, apareció una procesión de actores vestidos con ropa imperial. El espectáculo de cambio de guardia fue muy interesante y, al finalizar, dieron la opción de hacerte fotos con los artistas.



A la salida del palacio, continué mi camino por la gran Avenida Sejong Daeron (con sus grandes estatuas del Rey Sejong el Grande y de militar Yi Sun Sin). Toda estaba llena de grandes rascacielos y de manifestaciones. Allí paraban autobuses llenos de policías que se bajaban para controlar a los manifestantes.


Continuando por esta avenida, pronto vi la impresionante Puerta Gwanghwamun.


Justo en frente está la entrada a Gyeongbokgung Palace, el palacio más grande de la ciudad. En su interior paseé por sus jardines, me hice una foto delante de su pagoda (a la que no se puede subir) y me asombré con sus esculturas.




Por una de las salidas del palacio, llegué al National Folk Museum. Me pareció un oasis para descansar del calor y del sol aterrador, a la vera de su aire acondicionado y de su fuente. El acceso es gratuito y en él se exponen las formas de vida tradicionales coreanas. Desde las clases más bajas, como los agricultores, hasta la aristocracia. Hasta te puedes llevar una muestra de sal coreana.


Para comer, volví por a pasar por la gran avenida de antes, y me metí por una callejuela que estaba llena de restaurantes. Al final, acabé en uno especializado en curry coreano que, por mucho que se empeñen en decir, no sabe en absoluto como el curry japonés. Nada más sentarme me pusieron tres platos de entrante sin yo haberlos pedido (en Corea es muy común, siempre vienen incluidos en el precio) y agua fresquita. 


Mi siguiente destino fue Bukchon Hanok Village, uno de los barrios tradicionales más famosos de Corea. Este barrio, que significa El pueblo del norte, tiene unas 900 hanok, viviendas tradicionales coreanas, siendo el lugar de Seúl que más tiene. Allí me encontré con un señor mayor que, al escucharme hablar español, se me acercó y me dijo que había hecho el Transcantábrico con su hijo hacía dos años y que le había encantado Santiago de Compostela. Así, tal cual. Se quedó tan feliz y, después de despedirse, se fue.



Lo que más me llamó la atención de esta zona fueron los carteles que había por las calles pidiendo que los turistas se comportaran adecuadamente al ser un área residencial. 



Después de descansar un poco en el hotel y comer en un conbini unos cup-noodles de queso, que se parecían a los risketos y a los que me aficioné, salí a pasear de noche por el Canal Cheonggyecheoncon 8’4 km de largo, este arroyo fue inaugurado en septiembre de 2005 como un éxito en renovación urbana y embellecimiento. Ciertas especies de peces, aves e insectos han incrementado su población desde la remodelación. Además, también ayuda a bajar la temperatura de las áreas cercanas 3.6 C, en relación a otras zonas de Seúl. 


Y acabé mi día en Gwangjang Traditional Market. Aunque estaba casi todo cerrado, aún había puestos de comida abiertos en los que vendían Topkopi y la tradicional tortilla coreana. Con la mezcla de olores que había y la basura que estaba viendo por todos lados, no pude comer nada. Pero fue una visita curiosa antes de volver al hotel para dormir con el aire acondicionado a tope.



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