Antes de coger el tren para llegar a Moscú,
visité los dos templos importantes que me quedaban por ver cerca de la
Avenida Nevski. El primero de ellos fue la Catedral de Kazán, casa del obispo
ortodoxo de la ciudad. Está inspirada en San Pedro de Roma y dentro siempre hay
una cola de creyentes esperando su turno para besar el icono de Nuestra Señora
de Kazán. Su diseño refleja el deseo del excéntrico zar Pablo de unir el
catolicismo y la ortodoxia en un tipo de súper-cristiandad, y su fascinación
por los Caballeros de la Orden de Malta, de la que él era miembro. Poco después
de mandarla construir, murió asesinado en un golpe de estado. (Horario: de 7’00
a 18’00. Precio: la entrada es gratuita).
Hay que vestir con decoro, pero no es necesario el
pañuelo en la cabeza para las mujeres.
Desde allí, me fui a la Catedral de San
Isaac, la más grande de la ciudad. Las entradas las compré por internet para
ahorrarme la interminable cola. San Isaac destaca por su cúpula dorada. Su
interior es muy llamativo, pero merece la pena subir los 262 escalones para
obtener grandiosas vistas desde arriba. Sólo para la cubierta de la cúpula se
usaron 100 kilos de oro.
La Catedral tiene planta de cruz griega con
una enorme cúpula central, visible desde todos los puntos del centro histórico,
y cuatro cúpulas pequeñas, una en cada esquina. La cúpula central, recubierta
de oro, está sostenida por una columnata y una balaustrada decorada con 24
estatuas de ángeles y arcángeles.
Su interior es enorme. Puede albergar a más de
14.000 personas dentro. Todo está lleno de mosaicos, columnas de malaquita y
lapislázuli, mármoles, frescos, 350 esculturas… Lo más llamativo es el vitral
del altar central, llamado “La Resurrección de Cristo”, algo raro en una
iglesia ortodoxa. ( Precio: 250 Rublos. Precio para subir a la cúpula: 150 Rublos más. Cierra los miércoles. http://eng.cathedral.ru/)
En el exterior se encuentra la Plaza del
senado y el monumento del Jinete de Bronce, una estatua ecuestre de Pedro I
cuya base es una enorme roca de granito rojo de 1500 toneladas. Se la conoce
como la Piedra de Trueno y se dice ser la piedra más grande movida por el
hombre. Se la trajeron desde el Golfo de Finlandia, en una sola pieza, montada
en una especie de trineo. El viaje para recorrer estos 6 km tardó nueve meses y
en él participaron más de cuatrocientos hombres.
Mi siguiente parada sería la estación de tren para pasar la noche en el Grand Express y llegar a Moscú.
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