Es un lugar
indispensable si estás en Buenos Aires. Pero, ten en cuenta que hay que, sin
reserva, hay que echarle paciencia para poder entrar. La gente se agolpa a la
entrada y las colas son enormes. Si no te importa la espera, merece la pena.
Su historia se
remonta a 1858, aunque no se sabe muy bien el origen de su nombre. Unos dicen
que su nombre se debe a un inmigrante francés que se lo puso en honor al Café Tortoni
de París y otros dicen que fue Oreste Tortoni el que inició tal empresa, aunque
en otra ubicación, la calle Defensa. Este café se trasladó a su localización
actual en el año 1880: los bajos de un piso de estilo italiano, que acabó
remodelado cuando se construyó la Avenida de Mayo en 1885.
La remodelación
quedó en manos de un arquitecto noruego, Alejandro Christophersen, quien lo
proyectó con estilo academicista francés.
Su salón fue
testigo de los mayores intelectuales que habitaban en el Buenos Aires de la
época, siendo la sede de la Agrupación Gente de Artes y Letras a principios del
siglo XX. Personalidades de la talla de Ortega y Gasset o Borges lo
frecuentaban habitualmente. Pirandello, Einstein, Lorca o nuestro rey emérito,
Juan Carlos I, también lo visitaron. Incluso el mítico Gardel, quien actuó allí
dos veces, tuvo una mesa privilegiada, siempre reservada para él, y en la que podía
estar con sus amigos sin que lo agobiaran sus fans.
Hoy el café
cuenta con varios salones muy elegantes, cuyas paredes están llenas de fotos de
muchas de las personalidades que lo han visitado. Su personal es muy eficiente
y amable, y he de decir que tienen muchísimos camareros trabajando allí. Te atienden
muy rápido. Creo tienen más de 40 personas en plantilla. Nadie lleva libreta para apuntar, todo es de cabeza y aciertan.
El ambiente
artístico se sigue viendo allí. No es raro ver a pintores inspirados sentados
en una mesa. De hecho, las dos veces que fui durante mi viaje, me encontré con esta
sorpresa. Hoy está lleno de turistas también. La atmósfera, salvando las diferencias,
me recordó mucho al que se puede respirar en la San Ginés o en el Café Gijón de
Madrid.
El chocolate
se sirve más espeso de lo normal en Argentina, algo más parecido al modo de
servirlo en España. Los submarinos, una barrita de chocolate que se mete en un
vaso de leche muy caliente para que se diluya, son de la marca Cabrales. Los
churros se sirven también con un cuenquito de dulce de leche.
Además de servirse café y chocolate, la cafetería cuenta con una amplia carta de comidas y cenas, así como de un salón interior en el que se celebran espectáculos de tango cuyas entradas las puedes comprar en internet. Esta es la carta y los precios del Café Tortoni cuando fui:
Si te gusta algunos de sus productos, a la entrada, en la primera parte del mostrador, hay una zona reservada a tienda. Allí puedes adquirir hasta las barritas de submarinos para llevar.
CAFÉ TORTONI –
BUENOS AIRES
Avenida de
Mayo 825, C1084 CABA
Teléfono: +54
11 4342-4328
www.cafetortoni.com.ar/en/