Después de un buen desayuno en mi hotel de estilo soviético, me dediqué a perderme tranquilamente por las calles de Moscú. Comencé viendo lo más cercano que tenía: el estadio y la Gran Mezquita, que estaban justo al lado del hotel. El edificio de en frente era el Teatro de Animales pero, entre que no me gusta eso, y el olor hediondo que salía del edificio, mejor ni acercarse.
La calle Arbat de Moscú
Después de perderme por calles y metros,
acabé en Arbat. Ubicada en el centro histórico de la ciudad, es una de las
calles más famosas y concurridas de Moscú. Su nombre proviene de la palabra
árabe “arbad” (suburbio). Mide más de un kilómetro de largo y es peatonal.
Aunque su origen está en el siglo XV, cuando
estaba llena de mercaderes y maestros, la mayoría de los edificios que vemos
ahora son del siglo XIX, cuando Arbat se tuvo que reconstruir tras el paso de
Napoléon por Moscú.
En esta prestigiosa calle se encuentra la
Iglesia de San Simeón, el teatro Vajtagov, la casa rentable de Fijatova, la
casa-museo Pushkin y la estatua de la princesa Turandot.
Músicos callejeros, luces, puestos de comida y
de souvenirs, restaurantes caros y baratos, tiendas de moda… y gente arriba y
abajo. Todo eso es Arbat. Yo me entretuve con los espectáculos de
hacer helados:
Cómo llegar a la calle Arbat – Moscú: línea 3
de metro (azul), estación Arbatskaya. Cruzando la calle, se ve ya el tramo
peatonal.
Por la tarde me arreglé un poco para poder
cenar en el Café Pushkin. Reservé con muchísima antelación, para poder
hacerlo en el salón de la Biblioteca y fue una experiencia maravillosa. Mi cena fue muy temprano para así poder llegar al Bolshoi a tiempo.