Por la mañana temprano, cogí el metro hasta la estación de Avtovo, una de las más bonitas y famosas del metro de San Petersburgo. Cuando salí de la estación había un montón de marshrutkas esperando aparcadas en ambos sentidos de la carretera. Todas ellas ponían el cartel de Peterhof, en nuestro alfabeto o en el suyo, pero se entendía perfectamente. Me monté en la primera que vi y en unos 40 minutos llegamos a mi destino. El viaje me costó 200 rublos.
El autobús me dejó en el parque superior.
Aproveché que era muy temprano y le eché un vistazo al parque, que estaba
lleno de parejas haciéndose las fotos de boda. El acceso a esta zona es
totalmente gratuito. Tiene cinco espectaculares fuentes.
Más tarde, me dirigí a las taquillas del
parque inferior, cuya entrada cuesta 700 rublos. Yo las había sacado
por internet, así que sólo tuve que hacer una pequeña cola para canjearlas.
El ticket da acceso al complejo de fuentes más grande del mundo, con más de
cien hectáreas. El agua de todas las fuentes proviene de manantiales naturales.
Mi primera parada fue para la Gran
Cascada para coger sitio. Allí se agolpaban ya cientos de personas esperando
que llegasen las 11’00. A esa hora, en verano, empieza a funcionar esta fuente,
que se extiende desde el Palacio Grande hasta el canal de marina, y que cuenta
con 64 fuentes y más de 200 estatuas de bronce. Los zares, cuando se cansaban
de andar, cogían su barca y se iban en ella por el canal, hasta el palacio.
Después de ver el gran espectáculo, que dura muy poquito, empecé a visitar el recinto conocido como el Versalles Ruso. El parque está lleno de fuentes, estanques y atracciones. Hay varias fuentes para niños, un laberinto e incluso un estanque donde pescar esturiones por más de 3000 rublos el pez (justo debajo del Palacete de Marly).
Mis pasos me llevaron hasta el
embarcadero, para ver llegar al hidrofoil, y a la orilla, para ver el Golfo de
Finlandia, con San Petersburgo de fondo. Todo el camino estaba lleno de
simpáticas ardillas.
En el parque hay varios puestecillos de
helados y dulces, como éste que vendía gofres con palo; ricos, pero un poco
difíciles de comer.
El Palacio Grande lo vi sólo por fuera. La
entrada se pagaba a parte y sólo se pueden comprar online entre octubre y
abril. De mayo a septiembre sólo se pueden comprar en las taquillas. Yo vi la cola para entrar y me asusté, así que como ya había visto el Palacio de Catalina,
éste lo tuve que dejar pasar.
El conjunto es enorme. Se compone de varios
apartados: El Parque Inferior, el Palacio Grande, el
Tesoro (un museo dentro del palacio con objetos pertenecientes a los Romanovs),
Monplaisir (el palacete donde se originó Peterhof), el Museo Menshikov, el Muse
“Picture House”, el Palacio Cottage, el Palacio Chino, la Capilla gótica, el
Pabellón “Stone Halle”, el Museo de la Estación Telegráfica, el Palacio de
Pedro III, el Pabellón Tsaritsyn… Y un montón de rincones escondidos más. Te puedes perder durante toda la mañana. Aquí tienes un mapa de Peterhof:
Emprendí el viaje de vuelta, yendo a la misma zona donde me había dejado el autobús y cogiendo uno que llevaba hasta la estación de metro.
Después de descansar un poco, terminé el día comiendo en un restaurante en la Avenida Nesvki, cocina típica rusa.
Precios de la entrada a Peterhof:
No todas las entradas se pueden comprar por
internet. Visita su página web para obtener información actualizada sobre las
entradas disponibles. http://tickets.peterhofmuseum.ru Los precios son:
- Palacio Grande: 700 rublos.
- Bathouse: 500 rublos.
- Monplaisir: 500 rublos.
- Ala de Catalina: 500 rublos.
- Church Corps: 500 rublos.
- Parque inferior: 500 rublos.
- Parque superior: gratis.
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