El restaurante lleva abierto tan sólo desde este
verano, por eso es grandiosa la fama que ha tenido en unos pocos meses. Y es
que tener mesa aquí es algo casi imposible si no se reserva y… aun así, es
difícil.
Su ubicación es bastante buena. Está en Malasaña,
muy cerquita de la Gran Vía y de Callao. Desde fuera ya se ve su decoración:
todo lleno de farolillos y de pinturas de Hattori Hanzo, un ninja del siglo
XVI.
Dentro hay dos espacios bien diferenciados. El
primero es el que está montado como si fuera un izakaya. El suelo está con
adoquines, simulando una calle japonesa, todo hasta el mínimo detalle. Incluso
hay una tapa de alcantarilla con un dibujo de un castillo nipón. Las mesas
simulan puestos yatai de los que encuentras a la entrada de muchos
restaurantes japoneses. Están bastante chulos.
Desde ellos se puede ver la barra, llena de alusiones
a Japón, molan hasta los dibujos que tiene pintados en la parte baja. En un
lateral hay una barbacoa de carbón donde van haciendo algunos pedidos mientras
se puede ver cómo cocinan tus brochetas.
El segundo espacio está dedicado al restaurante.
Nada más entrar parece muy grande, pero no es así. Es que a ambos lados hay
unos espejos en las paredes que hacen que den la impresión de un salón
gigantesco.
En el suelo hay una gran tarima con huecos para
sentarse. Así da la impresión de que estás comiendo en el suelo, pero realmente
estás sentado en uno de estos huecos. Está chulo, pero son incómodos para
sentarse y levantarse. Y para los camareros
debe de ser un coñazo estar atendiendo todo el rato agachándose… ¡Menudo dolor
de riñones! Un consejo: yo no eligiría medias para sentarme allí
Nada más sentarme trajeron la bebida con un
plato de edamame, unas judías de soja saladas que los japoneses comen como si
fueran pipas cuando se están tomando la cerveza.
La carta no es muy amplia, pero tiene cosas
curiosas. No es el típico japonés al que se está acostumbrado. De hecho, aquí no
encontrarás sushi, ni ramen. Lo más llamativo son sus okonomiyakis (platos
generosos) y sus brochetas.
La comida está muy sabrosa y lo que más me gustó fue
la cantidad de personal que trabaja en el restaurante. Estaba todo lleno pero
nunca te sentías desatendido. Siempre había alguien supervisando que todo
estuviera bien. Y sus uniformes también estaban muy logrados. Hasta su vajilla
es peculiar. Me llevé muy buena impresión.
Wagyu Tataki 15'60€ |
2 Yakitori 3'60€ y 2 Yuzu Tsukune 5'00€ |
Mitarashi Dango 4'40€ |
La
carta la van cambiando, así que conviene ir mirando sus actualizaciones y su
Facebook para enterarse de los nuevos platos, menús o actividades especiales
(como: ceremonias del té, especial Osechi…). También tienen Asahi y otras bebidas.
RESTAURANTE HATTORI HANZO
Mesonero Romanos, 15. Madrid.
Teléfono: 917 865 780