La última
parada de nuestra visita fue el Castillo Kronborg. Aquí nos acompañó todo el
rato el guía explicándonos todo lo que veíamos.
El castillo de
Kronborg se encuentra en la ciudad de Helsingør (Elsinor) y es una visita
obligada para los amantes de Shakespeare. Patrimonio de la Humanidad desde el
año 2000, su historia ha quedado unida para siempre a la historia de Hamlet.
La fortaleza
se construyó en 1420 bajo el mandato de Erico de Pomerania, llamándola entonces
Krogen. Su función principal era la de recaudar impuestos a través de una tasa
que se cobraba a los barcos que atravesaban el estrecho de Oresund. Por ello
eligió este lugar para edificarlo, junto al mar y a unos pocos kilómetros de la
ciudad sueca de Helsingborg, que está justo en la otra orilla. Se puede ver
perfectamente desde sus dominios. El paso de Helsingør a Helsingborg es la
distancia más reducida que hay entre ambas orillas del estrecho de Øresund, que
separa Dinamarca de Suecia.
En el siglo
XVI, Federico II lo renovó convirtiéndolo en un gran palacio renacentista y renombrándolo
como Kronborg. Desgraciadamente, en el siglo XVII, el castillo ardió salvándose
sólo su capilla. Sus reconstrucciones posteriores lo hicieron cada vez más
fuerte, reforzándolo con varias líneas de defensa más a su alrededor y pasando
a considerarse como el castillo más fuerte de Europa.
La visita a
Kronborg
Para entrar al
castillo hay que atravesar la Puerta Oscura, un pequeño túnel que llevaba desde
la entrada original, hasta el Patio de las Cuatro Puertas.
Este patio
está profusamente decorado con estatuas de Neptuno y Mercurio, los dioses del
mar y del comercio. Buenos dioses para la función original con la que se
construyó el castillo.
En el patio
del castillo, construido durante la renovación renacentista de Federico II,
había una majestuosa fuente del siglo XVI, que los suecos se llevaron cuando lo
invadieron en 1658. Hoy sólo hay un pozo en ese lugar.
A continuación,
se pasa a la Capilla. Consagrada en 1582, es lo único que queda del castillo
original de Krogen, pues sobrevivió al gran incendio de 1658. Aquí te puedes hacer una idea del esplendor
que caracterizó a este lugar en su primera época.
Los aposentos
reales también se pueden visitar. Después del incendio, Christian IV intentó
recrearlos fielmente para que mantuvieran el mismo aspecto que tenían en la
época de Federico II. Desde sus ventanales se pueden obtener unas increíbles
vistas del país vecino sueco, justo en la otra orilla.
La siguiente
sala visitable es el Salón de Baile, el más grande que existe en el norte de
Europa. Mide 62 x 12 metros. De sus paredes cuelgan algunas pinturas que fueron
pensadas para el Gran Salón del Palacio de Rosenborg, en Copenhague y que ahora
se exponen aquí.
En el Pequeño
Hall, podrás ver siete tapices del siglo XVI de reyes daneses. La colección
original se componía de cuarenta tapices que mostraban cien de sus reyes.
La visita
acaba en una especie de búnker. Debajo del castillo, existen una serie de pasadizos
que eran utilizados por los soldados en tiempos de guerra. Sus galerías y salas
podían albergar a más de mil hombres y suministros para soportar un asedio de
seis semanas. Las grandes vasijas en las que se guardaban la comida, aún están
allí.
Dentro de
estas galerías se encuentra Ogier el Danés (Holger the Dane), un héroe legendario
que aparece en varios cantares de gesta, como en el Cantar de Roldán. Según la
leyenda, sería hijo de Godofredo, rey de Dinamarca. Acérrimo enemigo de Carlomagno,
cuyo hijo mató al hijo de Ogier, acabó perdonándolo para luchar juntos contra
los sarracenos.
Antes de salir
del recinto, hay que pararse a ver el retrato en honor a Shakespeare, quien
hizo famoso este castillo por situarlo como escenario de Hamlet.
Después de
nuestra agradable visita y de hacernos algunas fotos en el exterior del
castillo, junto a la bandera danesa y las vistas de Suecia al fondo,
emprendimos nuestro regreso a Copenhague. Un día muy, muy bien aprovechado.
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