Desde Buenos Aires me fui a la Terminal de Puerto Madero para coger el barco hasta Colonia del Sacramento. La Terminal es bastante grande y tiene cafeterías y un restaurante,
pero a precio mucho más alto que fuera. Tenlo en cuenta si quieres comer allí.
Reservé mi
billete por internet con dos meses de antelación. Aunque era temporada baja, la
demanda es altísima y hay que hacerlo con tiempo. Mi reserva la hice con Seacat
Colonia, la mejor opción que vi para viajar barato y rápido al país vecino.
Pasé el control
de pasaportes y el barco me llevó en una hora al puerto de Colonia. Esta terminal
es mucho más pequeña, pero tiene un wifi gratis súper rápido.
Eran poco más
de las 9’00 y me dispuse a recorrer el centro de la ciudad. Tenía poco tiempo,
porque mi barco de regreso salía a las 17’00 y debía estar en el puerto antes
para pasar el control de pasaportes de nuevo. En esas horas, sí que da tiempo a
llevarte más o menos una impresión del pueblo.
Mi plan era alquilar
un carrito de golf o un buggy para moverme por allí. Me lo recomendaron en el
hotel y me hizo gracia. Pero, como llovía a raudales, ese día ya no me pareció
tan buena idea. En el centro histórico había varias empresas dedicadas a este
negocio, pero hoy no tenían clientela.
Colonia del
Sacramento fue declarada Patrimonio de la Humanidad en 1995. Uno de los mayores
atractivos turísticos que tiene es su centro histórico, en el que se encuentran
las construcciones más antiguas, galerías de arte y artesanos.
En
pugna continua entre Portugal y España, reinos a los que fue perteneciendo
sucesivamente a lo largo de los años, las calles empedradas del casco antiguo y
sus edificios muestran la fusión de los estilos portugués, español y poscolonial.
Su
centro ocupa una pequeña península sobre el Río de la Plata y, aunque no hay
grandes monumentos en él, lo más interesante es pasear por sus tranquilas
calles.
Para entrar
en él fui a la calle de Manuel Lobo, fundador de Colonia, y atravesé el Portón
de Campo. Esta era la antigua Puerta de la Ciudadela, aunque lo que se ve ahora
es una reconstrucción realizada en 1968 cuando se quiso poner
en valor el casco histórico. Durante el trabajo se utilizaron algunas piedras
originales.
Al sur de la
muralla está el Bastión de San Miguel y al norte el Bastión del Carmen, hoy
convertido en teatro.
Atravesando el
Portón, a la izquierda, me encontré con la calle más fotografiada de la ciudad:
la Calle de los Suspiros. En ella las casas,
construidas en la primera mitad del siglo XVIII, tienen paredes de piedra,
techos de teja y suelos de cerámica, y está señalizada con un azulejo de
estilo portugués. Dicen que su
nombre se debe a los burdeles que había en ella.
Al
fondo, llegando ya a la Plaza Mayor, se ve el Faro de 1857, a cuyos pies están
los restos del Convento de San Francisco. Aquí se encuentran las ruinas más
antiguas de Uruguay, que datan de 1696. Su interior es bastante austero.
El otro
edificio alto que se observa es el de la Basílica del Santísimo Sacramento. La
iglesia actual es del siglo XIX, pero se construyó sobre las ruinas de la
iglesia más antigua de Uruguay.
La otra
plaza importante del centro histórico es la de Manuel Lobo, en la que hay retos
arqueológicos de los siglos XVII y XVIII. El edificio más famoso de la zona fue
la lujosa Casa del Gobernador. Desgraciadamente, el primer virrey español del
Río de la Plata, Cevallos, se encargó de su expolio.
Paseando
entre tiendas de souvenirs y talleres artesanos, bajé por una calle hasta el
Muelle Viejo, el acceso fluvial al barrio histórico. Un coqueto paseo entablado
me ofreció unas vistas preciosas del Río de la Plata.
Como era
temprano y estaba lloviendo menos, dejé atrás la parte antigua y me dirigí hacia
la rambla. Mi idea era dar un paseo de una horilla hasta el cartel de Colonia
de Sacramento y comer por allí.
Muy mala
idea. Las vistas del paseo no merecen mucho la pena. Hay veces que es sólo un
camino junto a la carretera desde el que no se ve nada. Tampoco había negocios.
Absolutamente nada para comer. Llegué al cartel, me di media vuelta y empezó a
diluviar como si no hubiera mañana.
Intenté coger
un autobús que pasaba por allí. Pero iba lleno y encima no tenía pesos
argentinos, porque la tarjeta me la habían aceptado en todos lados.
Eché otra
hora de camino en volver a la ciudad. Con esa lluvia se me quitaron las ganas
de ir al Real de San Carlos. No se podía ni abrir el paraguas del temporal que
hacía.
Llegué a la
Avenida del General Flores y entré a comer en el Restaurante El Mercosur porque
me gustó su aviso en pro de las plantas.
En la tele
estaban hablando del temporal y la camarera me avisó de que era probable que mi
barco no saliera en hora por el viento.
La comida
estuvo deliciosa (un famoso chivito uruguayo) y me salió mucho más barato que una calle más adelante, en el
barrio histórico (donde los precios me parecieron bastante caros). La camarera
fue muy amable y me tuvo allí refugiada hasta que paró un poco el viento y me
fui al puerto.
En el
puerto me dijeron que como el barco salía en una hora, tenían buenas
previsiones para entonces y salió cuando estaba previsto. Llegué a Buenos Aires
a las 18’30.
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