Los bailes del Bon-Odori son una celebración que se viene realizando en Madrid desde 1994 emulando a los festivales veraniegos de danzas tradicionales que se organizan en las localidades japonesas. Durante el Obon la gente da la bienvenida a las almas de los antepasados.
La leyenda del Bon Odori
El festival del Bon-Odori forma parte de una celebración más
amplia de origen chino llamada Obon. Según la leyenda budista, un discípulo de
Buddha utilizó su magia para contactar con su madre fallecida y descubrió que
ésta estaba sufriendo, ya que estaba
atrapada en el reino de los fantasmas hambrientos.
Nervioso, este discípulo se dirigió a Buddha para
preguntarle cómo podía liberar a su madre de este sufrimiento. La respuesta fue
sencilla: realizando ofrendas durante el día quince del séptimo mes. Y así fue,
consiguió verla y loa dos bailaron juntos llenos felicidad.
De este baile lleno de entusiasmo deriva el Bon-Odori, que
se tiene que celebrar por la noche porque se piensa que es entonces cuando las
almas pueden regresar.
Cómo es la celebración del Bon Odori en Madrid
La Asociación de la Comunidad Japonesa de Madrid lo celebra
en el Colegio Japonés. La fila que se arma es enorme y hay que ir temprano porque, al igual
que en el festival de Año Nuevo (Mochitsuki), las entradas y los productos
vuelan.
Después de hacer la cola debajo del aplastante calor, consigues comprar la entrada y pasar corriendo a hacer la segunda cola: para comprar los puntos. Cada punto cuesta 1 euro y con ellos puedes comprar en los puestos de comida y de juegos que hay repartidos por el patio del colegio.
Como marca la tradición, todo se organiza en torno a una
torre (yagura) con tambores taiko. A su alrededor los alumnos del colegio van
realizando algunos bailes que han preparado.
Después hay varias
actuaciones en las que los taiko son los protagonistas y, para finalizar, todo
el que quiera puede bailar la canción “Madrid Ondo”, de Makoto Itoh, quien
compuso esta pieza hace más de veinte años a petición de la Asociación. Su vida
ha quedado inmortalizada en un documental de televisión llamado “Quiero ser una
brisa para ti. La vida de Makoto Ito”. Los japoneses que conocen el baile enseñan
a los visitantes que se quieran animar a
bailar con ellos.
Este año lo que me sorprendió fue la cantidad de gente (japoneses y no japoneses) que vestían yukata, con el calor que hacía.
Nada más entrar te recomiendo ir a los puestos de comida. Ya
sé que las horas no invitan mucho (a las 7 de la tarde no apetece casi nada),
pero es que al poco tiempo se van acabando las existencias de todo.
El primer puesto que vi fue el de la famosa Tokyo-ya. Y allí,
directa a comprar Ramune. Que me encanta, aunque siempre me lío abriendo la
botella. Los demás puestos vendían dorayakis (como el del restaurante Okashi
Sanda), ramen, yakitoris, takoyakis, algodón de azúcar, mazorcas de maíz… y mi
favorito: kakigoris con azuki y fresa (¡Cómo me recordaba a Japón!)
El resto de puestos estaban más dirigidos a los niños, que
estaban adorables con sus yukatas. Una colchoneta hinchable, un puesto para
pescar pececillos naranjas, otro para coger bolitas y juguetes y la tradicional
rifa con productos de los patrocinadores.
Fue una experiencia agradable. Te animo a que el próximo año vayas a echarle un vistazo. Y, si te gusta ir con tu yukata, no lo dudes, porque no vas a ser el único español que lo lleve.