Por la mañana
temprano, fui andando desde el hotel hasta la estación de autobuses para coger
el número 203, que era el que me llevaba directo a Yangdong. Pero, por más que
esperé, no apareció. Así que me monté en otro que también ponía que tenía
parada allí. Pero, no fue así exactamente. El autobús me paró en mitad de la
carretera. El conductor me insistió en que era allí, pero yo no vi el pueblo
por ningún lado.
Caminé un buen
rato por un camino que salía paralelo a la rotonda en la que me había dejado y
llegué al parking de Yangdong. Allí había una parada de autobuses, que era
donde me tenía que haber dejado el autobús, pero resulta que sólo el autobús 203
es el que lo hace. Los demás paran en la
carretera. Tenlo en cuenta.
Mientras caminaba
hacia el Centro de Visitantes, recibí un aviso en mi móvil.
Me acojoné. Lo
único que entendía era que era un aviso del Gobierno coreano. ¿Qué habría
ocurrido? Como era época de inundaciones, temí por eso y porque hubiera algún
problema con mi pasaporte. Escribiendo palito a palito en el traductor, al
final resultó que el gobierno me avisaba de que tuviera cuidado con el calor. Si
esos avisos son para los extranjeros que visitan el país, deberían, al menos,
poner en inglés algo más...
En el Centro
de Visitantes de Yangdong hay una cafetería, baños y un pequeño museo de dos
plantas en el que explican la cultura y costumbres del pueblo. Es bastante
interesante.
Desde allí
parte un camino que lleva al pueblo. Antes de llega,r pasé por una taquilla que
estaba abandonada. Yo creía que se tenía que pagar entrada, y antiguamente era
así. Pero ya no.
Yangdong es un
poblado tradicional coreano considerado Patrimonio de
la Humanidad. El pueblo parece sacado de una postal, con sus casas de piedra
y tejados de paja, todas bien colocadas a lo largo de una especie de terrazas
en la ladera y base de una pequeña colina. En el pueblo quedan en pie unas 180
de estas casas pertenecientes a los yangban, una clase social hereditaria
fuertemente ligada al mundo académico, a la aristocracia y a las autoridades de
la zona.
Este enclave se fundó en el siglo XV bajo el mando de Son So y allí mandó construir las
casas donde viviría el clan Wonseong Son, dando lugar a una las 18 sagas de
Corea, Yi Unjeok.
Se
preservan 54 hogares históricos y aún siguen manteniendo sus costumbres, así
como algunas edificaciones de la dinastía Joseon. Otros edificios importantes
son sus pabellones y su escuela. También custodia el Tonggamsokpyeon, un libro
considerado Tesoro Nacional.
Los
hogares de los clanes Wolseong Son y
Yeogang Yu se localizan en la parte superior de la colina. A las clases más
bajas pertenecen las casas con los tejados de paja que hay en las partes más
bajas. La organización del poblado es un claro ejemplo de la severa estratificación
social que existía durante la dinastía Joseon.
Yangdong
sigue siendo un lugar habitado y el río lo atraviesa, dejando a un lado los
huertos de las familias. Normalmente las mansiones están rodeadas por un muro,
dentro hay un patio y, detrás, la casa. Las estancias más cercanas al patio
eran las que pertenecían a los hombres, mientras que las más alejadas eran las
de las mujeres.
Estos
patios cuentan con un pequeño templo familiar, que tiene su propia puerta de
acceso y que se encuentra a un nivel superior al de la casa. En sus puertas
siempre aparece pintado un ying yang. Muchos patios se pueden visitar, pero las
casas no, porque están habitada. Una de las excepciones es la de Gwangajeong, cuyo
acceso sí que es libre.
A
pesar de todos los turistas que había, que no eran muchos en comparación con
otros lugares, el pueblo es tan tranquilo, inmerso entre tanta naturaleza, que
te contagia. Al final, hasta acabas hablando bajito para no romper la armonía.
En
una de las casas vendían una especie de bebida de arroz. Tenía mucha sed y había
pocos sitios allí para comprar algo. Finalmente me acerqué de nuevo la casa y
acabé comprando una botella de aspecto sospechoso. Estaba buena, salvo el
final, donde estaba el arroz, que sabía muy amarga. Pero me hizo el apaño.
A la
salida del pueblo, me dirigí a la parada de autobús para volver a Gyeongju. Allí
había una pantalla que informaba del servicio, pero no funcionaba en inglés y
era ininteligible. Estuve esperando allí un montón de tiempo al sol y acabé montándome
en el primer autobús que vi que ponía Gyeongju en sus carteles.
No
había nadie más en el autobús. Y éste prosiguió su marcha, pero en sentido
contrario al que yo iba. Atravesó pueblos, campo, hasta llegó a un templo… Yo
cada vez estaba más mosqueada. Y más cuando llegamos a un pueblecito y vi que
el conductor apagaba el motor y se bajaba. En el autobús seguía sin haber nadie
más. Al rato volvió, dio media vuelta y… volvió a la parada de autobús en la
que yo me había montado. Me quedé a cuadros. Paró allí, se montó más gente y,
por fin, pusimos rumbo a Gyeongju. Después de tanto trayecto, tardé más de una
hora en llegar a la estación de autobuses. Por lo menos ese rato que me llevé
al fresquito del aire acondicionado…
👉 Cómo llegar a Yangdong desde Gyeongju.
De
regreso a la zona en la que se encontraba mi hotel, comí en uno de los sitios
donde mejor he comido curry de toda Corea. El restaurante parecía bastante
nuevo. Estaba en la segunda planta de una casita y se llamaba Snail Tail. Parecía
muy kawaii, muy estilo japonés, al igual que sus camareras. Su especialidad es
el curry y los vasos vienen acompañados de un bonito muñeco de un caracol. Lamentablemente
no aparece en Google Maps.
Por
la tarde me di un paseo por el centro de Gyeongju y llegué hasta el famoso puente
Wolkeonggyo, una construcción del año 760 que se hizo para unir la montaña de
Namsan con el Palacio Real, salvando el arroyo Namcheon.
De
vuelta a la avenida principal, cené en los puestos del mercadillo que se monta
frente al parque y me compré una especie de churros rellenos de helado, que era
lo más vendido en la zona.
👉 Mapa de Yangdong.