Este itinerario lo hice en pleno Puente de Mayo, con tan mala suerte que casi no pude disfrutar de las playas por el mal tiempo (sí, en las Canarias también hay días de éstos...). Por eso, se centra más en excursiones culturales y de naturaleza. Mi punto de partida fue el Aeropuerto de Tenerife y mi hotel, el 4Dreams de Puerto de la Cruz. Es intenso, pero se adecuó a mis necesidades y superó mis expectativas. Eso sí; descansar, lo justo, para aprovechar el tiempo al máximo y... quedarme con ganas de más.
1. Puerto de la Cruz: pasearse por su centro
histórico en sí mismo es un aliciente. Tras recoger el coche en el
aeropuerto a primera hora de la mañana, aproveché para echar un vistazo a
este pueblecito en el que estaba mi hotel. Por sus callejuelas hay
terrazas y bares, así como en su paseo marítimo, aunque aquí no vas a
encontrar muchos productos típicos, ya que todo está orientado a los guiris y a
la sangría. Hay que callejear más. El pasaje de Agustín de Betancourt y la
Calle San Juan son las arterias comerciales de este lugar. La zona del muelle (desde
hay unas vistas espectaculares del Teide) y el complejo turístico Costa Martíanez
es donde se concentra más gente. Allí hay un lago artificial y un casino. Para
los que les guste, Loro Park está muy cerca. Yo decidí no visitar
ningún parque temático, ni semejante, en mi rápida visita a la isla. El
principal problema de este pueblo es el aparcamiento. La única solución es
probar suerte junto al muelle, en una gran explanada habilitada para ello.
2. La Orotava: en mi ascenso al Teide, me paré en este precioso lugar lleno de guachinches, al que luego volvería al día siguiente para cenar. Lo mejor es dejar el coche a la entrada del pueblo
y recorrer el centro histórico a pie tranquilamente. Cuenta con cuatro museos y varias casas señoriales que se pueden visitar, la
más famosa es la Casa de los Balcones. Desde el Mirador de Humboldt hay unas
vistas impresionantes.
Hay que tener cuidado cuando lo pongas en el GPS,
al ser el municipio más extenso de la isla, se confunde y las indicaciones
llevan a otro sitio cerca del Teide, que está también incluido en su término
municipal.
Lo que me llevó allí, además de su historia y su
centro histórico, fue la famosa Casa Egon, una pastelería centenaria. Empezó su
andadura en 1916 de manos de un repostero alemán que iba de camino a las
colonias africanas y que se quedó en la isla tras el estallido de la Primera
Guerra Mundial. Su famoso descendiente me trató con una alegría increíble. Sus
dulces, una delicia.
3. Subida al Teide: mi siguiente parada fue el
teleférico del Teide, para el que había sacado los tickets con mucha
antelación para que me cuadraran las horas. No tuve la oportunidad de subir
al pico ya que, por mucha antelación con la que miré, no hubo manera de hacerme con una entrada.
El ascenso en coche se convirtió en una aventura
con un coche tan pequeñito como el mío. Parecía que ya no tiraba más. Así que te aconsejo que te alquiles un coche con motor potente. Lo más
espectacular es pasar del sol de La Orotava, a la humedad, las nubes y la
nieblina. De repente, atravesar las nubes y encontrarte ante un sol tórrido y
un paisaje desértico.
El teleférico te deja a unos 200 metros de la
cima. El resto hay que hacerlo a pie. Las vistas, a 3.718 metros de altitud,
son impresionantes con las nubes debajo.
4. Los Roques de García: Si no los encuentras en el
GPS, pon para ir al Parador del Teide, ya que los Roques están en frente. Allí
hay un aparcamiento y un sendero que los recorre. Estas increíbles formaciones
rocosas fueron emblemáticas en España por aparecer en los billetes de 1000
pesetas. Lo más famoso es hacerte una foto delante de ellos, con el Teide al
fondo.
5. San Cristóbal de La Laguna: ciudad Patrimonio de
la Humanidad (lo merece). Hay un aparcamiento con gorrillas a la entrada, cerca
del Ayuntamiento. Desde allí, hay que caminar un poquito para encontrarte con la
sorpresa de su centro. Sin duda, el más bonito que he visto en esta isla. Los edificios
más emblemáticos son la catedral y la torre de la iglesia de la Concepción.
6. Santa Cruz de Tenerife: La verdad es que,
después de visitar La Laguna, Santa Cruz no me llamó tanto la atención. Me arrepentí de no haberme quedado más tiempo allí. Su zona más visitada es la del puerto. En el se concentra el Castillo de San Juan Bautista y el auditorio. En la misma Avenida de la Constitución, hay muchos lugares para aparcar. Andando
un poquito, no mucho, puedes ver otros edificios emblemáticos, como la Torre
de San Andrés, la Iglesia de La Concepción, la Iglesia de San Francisco de Asís
o el Museo de la Naturaleza y el Hombre.
Vuelta al hotel, para dar un paseo nocturno por
Puerto de la Cruz y cenar algo típico.
DÍA 2:
1. Playa de los Cristianos: esta playa es uno de
los destinos más populares del sur de la isla y punto de partida para la
mayoría de tours por la costa de Adeje o de Arona. Cerca de aquí se encuentran
parques temáticos como Siam Park y Aqualand. El paseo marítimo de Los
Cristianos está lleno de restaurantes y tiendas de souvenirs y es un ir y venir
de gente continuo. Yo aproveché para desayunar aquí mientras hacía hora para mi excursión de submarinismo con el Centro de Buceo Ocean Dream.
2. Buceando en Adeje: Costa Adeje ofrece una
increíble variedad de lugares para bucear, con gran abundancia de flora y fauna. Está rodeado por las aguas subtropicales del Atlántico, con una atmósfera
que hace que el buceo sea posible durante todo el año.
Es algo
imprescindible si vas a la isla. Hay multitud de empresas que se dedican a
esto y ofrecen precios similares. La mía la reservé a través de Yumping.
Un bautismo de buceo (no había buceado nunca) con tortugas. Normalmente se
ven tortugas gigantes en Adeje. No fue mi caso, aunque vi muchos otros
animales acuáticos. La actividad, mientras te dan la explicación preparatoria,
los traslados y el buceo, duran unas 3 horas.
3. Acantilado de los Gigantes: otro de los
imprescindibles de la isla. Después de comer me fui al Puerto de
Santiago para pasear un rato mientras salía el barco. La excursión la
hice con Marítima Acantilados y fue una experiencia genial. Increíbles
vistas de enormes paredes de piedra volcánica que superan los 600 metros de
altura. Y acompañados por peces voladores que saltaban de vez en cuando. Lo más
fascinante fueron las vistas de los acantilados en la bajada del barranco de
la Mascá. Una pena que, por falta de tiempo, no pudiera hacer el recorrido
completo de senderismo a través del barranco. Pero para eso hay que reservar
toda una mañana, como mínimo, y el tiempo iba muy justo.
4. Icod de los Vinos y el Drago Milenario: el
último imprescindible de mi viaje era el Drago Mileranio. Desde Los
Gigantes recorrí en coche el duro ascenso que separan estos puntos, con
lluvia y niebla, subiendo y subiendo. Pero el drago lo merece. Este pueblo
describe muy bien la arquitectura típica canaria, con sus casitas bajas,
balcones y techos de madera y callejuelas empedradas. Desde la plaza se
obtienen unas maravillosas vistas del drago sin tener que pagar por entrar. El drago es uno de los ejemplares más
antiguos del mundo, con una base de 20 metros de perímetro y 16 metros de
altura. Si tienes tiempo, desde Icod de los Vinos también se puede acceder al
tubo volcánico más largo de Europa, la Cueva del Viento. Desgraciadamente, no
había entradas disponibles. Si quieres visitarla habrá que comprarlas online
con mucha antelación. Cierra los lunes y los domingos, sean festivos o no.
5. De guachinches: no podía dejar la isla sin ir
de guachinches, los tradicionales bares de tapeo canarios. Hay que decir que
algunos están bastante escondidos y basta con preguntar a los locales para que
te den un listado bueno que se aleje de los atrapaguiris. La primera vez lo
intenté en El Cordero, cerca de la Playa de las Galletas, me había hablado
maravillas de él. A mí y a miles de clientes que hacían cola en el
aparcamiento. No había ni sitio para aparcar en la carretera. Y estaban dando
hora para las 5. La segunda vez fue a la vuelta, para cenar en La Orotava.
Experiencia genial. Más que de tapas, son sitios para comer raciones. Platos generosos,
de comida típica canaria, a un precio de risa. Menos de 10€ con vino, agua, una
ración de queso frito y otra de carne de fiesta.