Aunque Cáceres bien se merece más de un día para poderla ver con detenimiento, si no dispones de mucho tiempo, aquí te dejo el itinerario
que hice yo, por si te sirve de inspiración.
Esta ruta es circular, comienza y acaba en la Plaza Mayor y recorre el casco antiguo, Patrimonio de la Humanidad.
Esta ruta es circular, comienza y acaba en la Plaza Mayor y recorre el casco antiguo, Patrimonio de la Humanidad.
Qué ver en Cáceres
La Plaza Mayor se encuentra fuera de la muralla, esta plaza
rebosa de alegría y de gente. Bajo sus soportales hay un montón de bares y
restaurantes. Yo comí en el Requeté, bastante barato y de buena
calidad.
Luego subí por una cuestecita para entrar en la Ciudad vieja a
través del Arco de la Estrella, de 1726 y que cuenta con una imagen de esta Virgen.
Una vez dentro del casco histórico, fui a la Oficina de
Turismo para que me dieran un plano y me informaran un poco de la zona. Después
me dirigí a la Torre de Bujaco, una construcción defensiva árabe del siglo
XII. Allí está el Centro de Interpretación de las Tres Culturas. Lo más
interesante es que se puede subir y visitar un tramo de la muralla para tener
unas buenas vistas del conjunto. La entrada cuesta 2’50€.
Tras hacer unas cuantas fotos, en pocos metros
llegué a la Plaza de Santa María, donde se pueden ver bastantes monumentos. Yo comencé por el Palacio Episcopal, del siglo XIII (gótico-renacentista) y me desvié un poco para hacia el Palacio de Carvajal. Los Carvajal lo construyeron
en el siglo XV para estar cerca de la Concatedral. Dentro se puede visitar el
patio, unas salas que pertenecen al centro de Interpretación de la provincia y
el jardín, en el que hay una higuera con más de 300 años. Entrada gratuita.
Volviendo sobre mis pasos, llegué de nuevo a la Plaza
de Santa María para ver la Concatedral de Cáceres, el templo más antiguo de la
ciudad. Su estilo es románico de transición al gótico. En una de las esquinas
de la iglesia aparece la estatua de bronce de San Pedro de Alcántara. Dentro hay
un retablo de madera de roble impresionante. La entrada cuesta 4€.
Esta laza y la siguiente está plagada de un montón
de palacios y edificios importantes, como el Palacio de los Golfines de Abajo,
la Diputación, la sede del Ministerio de Fomento… Pero mi siguiente parada
fue una calle que me hizo gracia al leerla en el plano: la Calle del Mono. Cuenta
la leyenda que allí vivía un matrimonio que tenía como mascota a este animal. La mujer
tuvo una aventura y se quedó embarazada de su amante. Cuando dio a luz a un
niño, el mono muerto de celos, lo tiró por la ventana.
Pronto se llega a la Plaza de San Jorge (Patrón de la
ciudad), donde se encuentra la Iglesia barroca de San Francisco Javier, del
siglo XVIII, y conocida como la iglesia de la Preciosa Sangre porque la
custodian los padres misioneros de la Preciosa Sangre. Llama la atención porque
tiene dos torres de color blanco que contrastan con el resto de los edificios.
Subiendo por uno de sus laterales está el Museo de la
Semana Santa, ubicado en la cripta de la iglesia. En él se puede ver una
muestra de los hábitos de Semana Santa y hay varios audiovisuales relacionados
con este tema. Es pequeñito, por lo que la visita no dura mucho. Pero, lo
verdaderamente interesante de este recinto es que permite también acceder a un
aljibe del siglo XVIII que está situado debajo del antiguo colegio de formación
de novicios. La entrada es gratuita.
Mi siguiente visita fue la Plaza de las Veletas, allí
está el Museo de Cáceres. A través de sus salas se puede tener una visión muy
buena sobre la ciudad, su historia y sus costumbres.
Lo mejor de este museo se encuentra en la planta baja. Sobre
los restos de la antigua alcazaba se abre paso un maravilloso aljibe del siglo
XII, que dicen que es el segundo más grande del mundo, después del de Estambul.
Los guías van organizando grupos para poder visitarlo, aunque no te hayas unido a ningún grupo de visita. El pasillo de entrada es estrecho y no quieren
que se amontone la gente. Esta idea es excepcional porque así se disfruta mejor
de las vistas y se pueden hacer unas rápidas fotos con la tranquilidad de que
no haya decenas de personas empujando. El lugar es muy mágico y la entrada es
gratuita. Detrás del museo se ubica la antigua zona judía, con su sinagoga,
ahora Ermita de San Antonio. Si tienes tiempo merece la pena desviarse un
poquito del camino para verla por fuera.
La entrada que compré en la Torre de Bujaco, también incluía la visita al Baluarte de los Pozos, en pleno Barrio de San Antonio,
por las calles de la judería. Allí se puede entrar a una torre almohade del siglo
XII que protegía unos pozos estratégicos que abastecían a la ciudad en caso de
asedio militar. También se puede bajar al jardín para admirar las vistas.
Volví por mi camino para llegar a la Plaza de San
Mateo, con su iglesia gótica con portada plateresca, el Convento de las
Clarisas y el Palacio de las Cigüeñas en una esquina.
En frente del Convento de las Jerónimas, verás a un lado el
Palacio del Comendador de Alcuéscar, hoy Parador Nacional de Turismo, y la Casa
de los Perero, del siglo XIII.
Para acabar mi visita llegué al Palacio de los
Golfines de Arriba, construido por la misma familia que había hecho el
Palacio de los Golfines de Abajo cuando se trasladó para está más cerca de la
Iglesia de San Mateo.
Finalmente bajé por donde había entrado a la Ciudad Vieja, por el Arco de la Estrella y tuve la ocasión de comprar
algunos recuerdos y productos típicos en la tienda del centro que vimos más
barata y con un nombre curioso: El Mangurrino de la Estrella (Plaza Mayor, 7).
La verdad es que aproveché mucho la visita. Cuando empezó
a atardecer, antes de volver al hotel, hice alguna rutilla
por el Monumento Natural de Los Barruecos, que también te lo recomiendo con pasión.