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Cómo es la Playa de Custa Llago, en el Lago de Sanabria


El lago glaciar más grande de la Península Ibérica, El Lago de Sanabria tiene su principal caudal de entrada y salida de agua en el río Tera. Su profundidad roza los 54 metros en algunas zonas.

Sus aguas cristalinas forman parte del Parque Natural Lago de Sanabria y sierras Segundera y de Porto, y también ha sido declarado Reserva de la Biosfera por la Unesco.


En su entorno hay diversas playas rodeadas de vegetación autóctona. La Playa Custa Llago se encuentra en el extremo oeste del lago y tiene la particularidad de ser de arena fina, como su vecina Playa de Viquiella. El resto de las playas son de una mezcla de arena y piedras.


A lado de la carretera hay una amplia zona de aparcamiento, que es de pago en temporada alta. Cruzándola y bajando unas escaleritas, llegas a este pequeño enclave en el que hay un chiringuito en el que puedes refugiarte también en invierno y disfrutar de las vistas del maravilloso paisaje que lo envuelve.


Su fama se vio reforzada aún más desde el 2011, fecha en la que se fijó aquí el embarcadero Helios-Cousteau. Con una capacidad para cien personas, ese fue el primer catamarán eólico-solar del mundo. Constituye uno de los buques hidrográficos de investigación de la Estación Biológica Internacional que, como en los Arribes de Duero, hace cruceros turísticos por el lago a la vez que desarrolla programas ambientales.  Si quieres comprar tus tickets, puedes hacerlo aquí: www.duerodouro.org






Opinión del Hostal Don Rodrigo – Zamora



Me sorprendió mucho este hostal, porque mi habitación parecía más la de un hotel. Situado en pleno centro de Zamora, se puede llegar fácilmente andando a los sitios más representativos de toda la ciudad.

El hostal está en una callejuela peatonal, a la derecha de la Iglesia de San Antolín. Está un poco escondido, pero muy bien señalizado. La calle, pese a ser tan céntrica, es muy tranquila y no se escucha nada desde las habitaciones.

Todo el alojamiento está en la planta baja. A la entrada está la recepción, en la que puedes comprar vino de la tierra y a cuyo cargo está un hombre realmente simpático.

No tiene restaurante, pero nada más doblar la esquina ya tienes negocios para desayunar.

Mi habitación fue una doble. Estaba muy limpia y se notaba que había sido reformada hacía pocos años. Además, la decoración era muy coqueta. En el cuarto había también tele, un escritorio, un armario y un espejo. El wifi gratis funcionó muy bien.


El cuarto de baño era pequeño, pero estaba muy limpio y cuidado.


Si no has pedido el aparcamiento, aparcar es algo difícil. Yo aparqué todas las noches en la Ronda de Santa María Nueva, cerca de la Muralla. Fue lo más cerca que encontré tras dar muchas vueltas.



   HOSTAL DON RODRIGO   
Calle Virgen de la Concha, 5, 49006 Zamora
Teléfono: 607 44 84 82

Cómo es la visita a los Dólmenes de Granucillo



Granucillo es un pequeño pueblo zamorano de unos 120 habitantes en el que puedes ver vestigios de la existencia de una antigua población que se asentaba en esta zona desde la Edad de Bronce.

Asentada en el Valle de vidriales, la localidad cuenta con dos monumentos megalíticos de más de 5000 años de antigüedad.

Cómo llegar al Dolmen de Las Peñezuelas

Para llegar a él basta con dejar el coche a la entrada del pueblo, donde está la parada de autobús, y caminar por la carretera ZA-V-2531 hasta que veas el desvío. Está realmente cerca y viene señalizado en Google Maps.

A un lado, la vega del arroyo Almucera y al otro, un dolmen milenario que cosera los ortostatos de la cámara. Las primeras excavaciones se llevaron a cabo en los años treinta y descubrieron seis de sus losas, fosas de cimentación, los hoyos que delimitaban la cámara y los restos de un corredor.

En el dolmen se encontró un ajuar con diversos elementos, como la punta de una flecha, cuentas de un collar de pizarra y un raspador. Posteriormente se reconstruyó para dar lugar lo que puedes ver hoy.


Cómo llegar al Dolmen de San Adrián

De vuelta a la carretera, cruzando el puente, sale un caminito hacia la derecha. Desde su inicio puedes ver la figura de una ermita al fondo. El bonito paseo por la vega te llevará hasta ella, la ermita de San Adrián, santo que también da nombre al dolmen.



Éste se halla justo en frente. Durante las diversas excavaciones arqueológicas se descubrieron varias de sus losas y un ajuar con una punta de flecha y trozos de cerámica de la Edad de Bronce, entre otros objetos. La reconstrucción que se hizo de él completó el perímetro original de su cámara circular. Lamentablemente, cuando fui estaba todo lleno de hierbas y no se distinguía muy bien. 


Al fondo, a la derecha, acompañando durante todo el camino, se divisa la figura del Castillo de los Condes de Benavente. Se cree que se construyó antes de 1446 bajo el mando de los señores del pueblo, la familia Escobar, cuando Enrique II le cede estas tierras. Posteriormente, ellos se lo vendieron a los Condes de Benavente, los Pimentel. Ahora sólo se pueden ver sus ruinas, aunque son de propiedad privada.







Visitando el Monasterio de Granja de Moreruela



A 4 km de la localidad zamorana de Granja de Moreruela, junto a la ribera del río Esla, descansan los restos de un importante monasterio cisterciense, considerado uno de los primeros que esta orden construyó en la península.

La primera referencia que se tiene de él se encuentra en un códice de la Catedral de León. En él se cuenta que el Santo Froilán de León inauguró un monasterio en Tábara y otro en Moreruela en el siglo X. en sus orígenes estaría consagrado a Santiago, aunque más tarde pasaría a serlo de Santa María.


Estuvo funcionando hasta 1835 cuando Mendizábal ordenó su desamortización y se cerraron todos los monasterios. Después de muchos saqueos, en 1949 un particular compra la dehesa de La Guadaña, tierras en las que se ubica el recinto y se hace también con sus ruinas. A pesar del contrato, el Ministerio de Cultura inició su expropiación forzosa en 1981 y se vendió como cantera. Una verdadera pena para patrimonio de tal calibre. Hoy se pueden visitar sus ruinas


Lo que más resalta, además de la gran envergadura de todo el conjunto, son los restos de la iglesia. Construida en el XII en estilo románico, con muchas trazas de gótico. Originariamente tenía las dimensiones propias de una catedral.



También han sobrevivido a los años la puerta por la que los monjes accedían a la iglesia y al claustro, y los restos de la sacristía, la sala capitular, la sala de los monjes, el hueco de la escalera que daba al dormitorio y el pasillo que comunicaba el claustro con la huerta. 

Desgraciadamente, poco queda del ala norte del monasterio, donde se encontraban el refectorio, la cocina, el calefactorio y la zona oeste en la que se situaban los legos.




Un paseo por Tábara, Zamora



De camino al Lago de Sanabria, si vienes desde Zamora, puedes hacer una parada en Tábara, pueblo con buenos bares y pinchos, una hermosa iglesia a su entrada y cuna de León Felipe.

Con poco más de 700 habitantes, Tábara descansa sobre un valle en las estribaciones de la sierra de la Culebra, que hacen que sea paso obligado para mucha gente que sigue hacia el noroeste. Por eso se pueden ver tantos coches aparcados a la hora de comer al lado de la carretera que la atraviesa.

A pesar de que hoy no tiene tanta fama, durante la Alta Edad Media fue muy conocido por su monasterio, el de San Salvador de Tábara. El centro fue fundado por San Froilán en el siglo IX por encargo de Alfonso III. Tal fue la importancia del recinto, que se sabe que en él habitaron seiscientos monjes de ambos sexos y que contaba con un scriptorium en el que se copiaban y se ilustraban obras como el Beato de Tábara.


Debido a las invasiones musulmanas, el monasterio quedó dañado y tuvo que ser restaurado, levantándose un poco después la Iglesia de Santa María en el siglo XII. Hoy declarada Bien de Interés Cultural. Durante esta época Tábara y su tierra pertenecieron a la Orden del Temple.

En el XVI, Carlos V creó el Marquesado de Tábara, un importante título que recogía extensos pagos por toda la comarca.

Adentrándote un poco por el pueblo, pronto llegarás a la Plaza Mayor. Allí, donde se pone el mercadillo, puedes ver la Iglesia de la Asunción, antiguo convento de los Jerónimos y Dominicos. Durante el Marquesado, los señores lo usaron como panteón familiar, hasta que en el siglo XX se convirtió en esta iglesia.



Cómo es la visita a San Martín de Castañeda



En Pleno Parque Natural del Lago de Sanabria, se encuentra este pequeño pueblo de unos 1200 habitantes, al que visitan cientos de turistas para ver su excepcional monasterio. Hasta Unamuno quedó encantado con el enclave. Fruto de su visita es la poesía referida a San Martín de Castañeda que grabó en su obra San Manuel Bueno, mártir (en la que aparece como Valverde de Lucerna).

De origen visigodo, los cristianos alzaron su monasterio en este entorno sobre las ruinas que dejaron los encuentros con los musulmanes. Así, en el siglo X, unos monjes mozárabes de Valladolid liderados por el abad Martino, huyen de la gran sequía y la peste que estaba sufriendo su tierra y acaban aquí, reformándolo todo.

No obstante, lo que puedes ver ahora es el fruto de la construcción que hicieron los monjes encomendados a San Benito en el siglo XII. Su importancia durante esta época fue tal que llegó a tener dominio sobre más de 120 localidades sanabresas y acabó ingresando en la orden cisterciense. De hecho, es el único de los monasterios cistercienses zamoranos fundado en una montaña.


Durante los siglos XVI y XVII, se hicieron varias ampliaciones, se construyó la sacristía y se incorporó una cárcel. En el XVIII se alzó la fachada que hay ahora y pasó a pertenecer a la provincia de Galicia y de la que tuvo la presidencia hasta la supresión del monasterio y de la Congregación en 1835.

Hoy es Monumento Histórico Artístico Nacional y Paraje Pintoresco Nacional. La visita es libre y durante la misma se puede acceder a la planta baja, al primer piso y a la iglesia.

En la planta baja se encuentra el Centro de Interpretación del Císter y del Románico Atlántico, que da a conocer el papel que el Monasterio desempeñó en una amplia zona del territorio, que abarcaba incluso el norte de Portugal, con varias granjas vinculadas a los monjes de San Martín de Castañeda.



En ella puedes ver cómo funciona el sistema de monitorización del del patrimonio (MHS), desarrollado por la Fundación Santa María la Real. Así, diferentes sensores distribuidos por el conjunto del edificio permiten controlar y conocer su estado.


Gran parte de la planta de arriba está dedicada al Museo de la Memoria, en el que se honra a las personas que antiguamente poblaron estas tierras, aunque también muestra trajes religiosos y un rincón en referencia a la visita que Unamuno hizo a este lugar.





Una vez vistas las dos plantas, puedes salir del recinto y visitar la iglesia del monasterio. Una construcción sencilla, pero con unos capiteles muy curiosos, sobre todo el decorado con una figura de un hombrecillo.



A lo largo de la carretera hay muchos bares y restaurantes en los que puedes hacer una parada para disfrutar de la gastronomía sanabresa. Ve temprano, o estarán todos llenos y será imposible hasta aparcar en temporada alta.


Visitando Ribadelago, el pueblo que se hundió bajo el Tera



Situado en el Parque Natural del Lago de Sanabria, se encuentran las ruinas de Ribadelago (Viejo) un poblado fundado por los frailes que venían huyendo del Califato cordobés en el siglo X.

Ribadelago fue un núcleo próspero hasta el 9 de enero de 1959, cuando ocurrió el desastre de la presa de Vega de Tera. Esa madrugada empezó a resquebrajarse fruto de una mala construcción llena de errores. Desgraciadamente sólo cinco personas fueron condenadas por un “delito de imprudencia temeraria sin circunstancia”, con penas irrisorias: menos de un año de prisión e indemnizaciones insuficientes.


La consecuencia para Ribadelago fue que la presa se rompió y arrasó a los habitantes del pueblo, soltando unos ocho millones de metros cúbicos de agua y llevándose por delante a 144 víctimas, de las que sólo se hallaron 28 cuerpos. Uno de cada cuatro habitantes perdió la vida esa noche.

Prácticamente todo quedó destruido. Los supervivientes fueron realojados y tres años después, en vez de reconstruirse el pueblo, se creó uno ex profeso a dos kilómetros de distancia y dándole el nombre de Ribadelago Nuevo. En él incluso pusieron un Parador Nacional, el más pequeño de la red de paradores (contaba sólo con cinco habitaciones) y que estuvo funcionando hasta 1972.

En Ribadelago Viejo se alzó una escultura de una mujer con un bebé en brazos y a cuyos pies reza una placa en bronce con los nombres de las víctimas.


El pueblo aún sigue habitado por unas cuantas personas, aunque cuando yo fui no vi a nadie. Tan sólo vacas, cabras y perros, paseaban tranquilamente por sus calles envueltas de naturaleza.




Al final de uno de los senderos, aún están en pie los restos de la iglesia parroquial. En ellos se puede ver cómo el agua la partió entera.


A lo largo del camino se suceden lápidas y cruces clavadas en los terrenos de las antiguas casas y que honran la memoria de los que las habitaron.


El entorno natural es envidiable, eso sí. Cruzando el río puedes hacer diversas rutas de senderismo o simplemente descansar en la orilla mirando el paisaje.