Mostrando las entradas para la consulta wellington ordenadas por fecha. Ordenar por relevancia Mostrar todas las entradas
Mostrando las entradas para la consulta wellington ordenadas por fecha. Ordenar por relevancia Mostrar todas las entradas

Portugal: 8 lugares imprescindibles que ver en Elvas en un día



Patrimonio de la Humanidad, Elvas cuenta con la mayor colección de fortificaciones-baluarte del mundo. Sus orígenes se encuentran en Alpesa, una ciudad fundada por los romanos, que pasó a manos cristianas y musulmanas, para acabar recibiendo los fueros del rey Sancho II de Portugal en 1231. Durante siglos su importancia fue grande, por constituir el principal puesto fronterizo al sur del Tajo y ostentar la sede episcopal. La historia ha hecho que sea la actual ciudad fortaleza que observas hoy, con hasta cuatro líneas de murallas de diferentes épocas.

El centro histórico se encuentra dentro de la primera zona amurallada. Pasear por sus callejuelas tranquilamente es la mejor forma de descubrir todos los puntos de interés que Elvas ofrece. Puedes aparcar fuera de la zona amurallada, en las cercanías del Puesto de Turismo y del parque que hay en frente.


Fuera de la muralla, tendrás que coger el coche si quieres visitar el Fuerte de Santa Luzia, el Fuerte da Graça y tres fortines construidos por Wellington a principios del XIX.

Normalmente, la visita a Elvas se suele también combinar con la de Évora. Ambas Patrimonio de la Humanidad y a una distancia de poco más de una hora entre ellas.

Qué ver en Elvas

1. Plaza de la República: la plaza más importante de la ciudad se construyó en 1511. En ella puedes ver el Ayuntamiento y la iglesia de Nuestra Señora de la Asunción, la Casa de la Cultura y la Oficina de Turismo.


2. Catedral: la iglesia de Nuestra Señora de la Asunción funcionó como catedral de Elvas hasta que la ciudad perdió su rango episcopal en 1882. Fue construida en estilo manuelino en 1517 por Francisco de Arruda, el mismo arquitecto que diseñó la Torre de Belém en Lisboa. En ella se puede ver la Casa do Cabildo, transformada en Museo de Arte Sacro con objetos del antiguo obispado.


3. Largo do Dr. Santa Clara: en esta plaza cercana a la Catedral podrás ver la primera muralla musulmana (s. VIII), la picota (s. XVI), el Palacio dos Mesquita Pimentel (remodelado por Juan de Herrera para acoger a Felipe II) y la iglesia de las Dominicas (s.XVI), cuyo interior está lleno de azulejos.

4. Castillo: la primera fortificación islámica se fue remodelando hasta obtener su aspecto actual en el siglo XVI. En ella vivía el alcalde de la ciudad. Es un castillo pequeñito que consiguió ser nombrado el primer Monumento Nacional Portugués.

5. Tiendas y bares antiguos: la Rua de Cadei, la Rua Alcamin y la Rua Carreira están llenas de negocios en los que puedes comprar souvenirs portugueses a buen precio, especialmente los objetos de corcho de la región. También puedes pasarte a disfrutar de un buen vino en los bares de la zona.


6. Acueducto da Amoreira: se encuentra a las afueras de la ciudad y se extiende a lo largo de unos 8 km llevando agua hasta la fuente de mármol del Largo da Misericórdia. En algunos puntos llega a medir treinta metros de altura y tardó en construirse más de 120 años.

7. Forte de Santa Luzia: sobre la cima de un cerro se alza este fuerte desde el que se observa toda la ciudad. Su construcción es del siglo XVII, tiene planta rectangular y cuatro baluartes en los vértices. Junto con el resto del conjunto defensivo de Elvas, presume de no haber sido nunca tomado por fuerzas enemigas. En su interior llegó a albergar unos 400 soldados. Hoy es la sede del Museo Militar, donde se expone una interesante colección de armamento que va desde la Edad Media hasta el siglo XIX, así como uniformes y maquetas.


8. Forte de Graça: también llamado Fuerte del Conde de Lippe, está sobre un cerro a unos 4 km del centro de Elvas. José I lo mandó construir en 1763, convirtiéndose en una de las fortalezas abaluartadas más poderosas del mundo.




Irlanda: Opinión del restaurante The Merchant’s Arch en Dublín



Merchant’s Arch es una de las imágenes más conocidas del centro de Dublín. Conecta Liffey Street y Temple Bar a través del Ha’penny Bridge, e incluso sale en el Ulises de Joyce.

Formaba parte del Merchant’s Hall, construido en 1821. Hoy es una zona llena de tiendas y restaurantes. Uno de ellos se llama como el propio pasaje: Merchant's Arch. En la parte de abajo tiene un gran pub en el que tomar cerveza, mientras ves el fútbol.


Pero si lo que quieres es comer, tendrás que subir al restaurante de la primera planta. Las escaleras de caracol son realmente originales y llevan a un salón dividido en dos plantas.



La gastronomía no es el punto fuerte de este país, pero el ambiente del pub hace que la experiencia sea buena. La carta está llena de platos tradicionales a precios razonables para Dublín. De hecho, aquí fue donde por fin encontré el estofado con salsa Guinness que todas las guías recomendaban pero que, más allá de las Guinness Storehouse a precio de palacio, no vi más en ningún pub normal.

Guinness Stew con ensalada (el stew está debajo del pan 😋) 



Los precios de los vinos sí que estaban bastante caros, hasta tenían “Tempranillo Rioja from Spain”. Así que, la mayoría de los que llenaban el restaurante estaban a base de pintas.


Todas las noches hay música en directo y, a veces, también la hay al medio día.


   MERCHANT’S ARCH   
48/49 Wellington Quay Temple Bar Dublin, 2
Teléfono: +353 1 607 4010
www.merchantsarch.ie

Nueva Zelanda: Día 8 – Conduciendo desde Picton a Westport, Nelson Lakes


Picton 

El ferry más común llega desde Wellington a Picton en tres horas y media. Picton  es un pueblo de unos 400 habitantes que en verano se llena de bullicio. Para ser el principal punto de destino de viajeros que vienen de la isla norte en barco, asombra que sea tan pequeña y que tenga tan pocos servicios.

Yo llegué a las 6’30 de la mañana. Aún de noche, no había ni una cafetería abierta. Esperé un poquito a que amaneciera y me di una vuelta por el puerto. Es bastante bonito, con unas casitas pequeñas que forman las calles principales: London Quay, Dublin Street y High Street.



La población se encuentra alrededor de un barranco, al inicio del fiordo Queen Charlotte. Y las vistas desde la orilla son preciosas. Aparte de esto, el pueblo no ofrece mucho: unas cuantas caminatas y dos museos algo caros: Edwin Fox Maritime Museum (10$ para ver el interior de un antiguo barco) y Picton Museum (5$ por ver la historia de Picton y fotografías antiguas).



Al final, me harté  de esperar a que abriera algo y me fui a Blenheim, a 29 km, mucho más grande (más de 26.000 habitantes), pero con los edificios más desperdigados y sin tanto encanto.


Mi viaje para ese día era bastante largo: atravesar desde Picton todas las montañas de los Alpes Neozelandeses para llegar a Westport. Para ello, lo primero que tuve que pasar fue la región vinícola de Marlborough, donde se producen tres cuartas partes del vino de toda Nueva Zelanda en sus más de 140 bodegas. Más de 40 permiten la entrada turística, pero son bastante caras. No obstante, disfrutar de la carretera plagada de viñedos a ambos lados ya merece la pena.




Nelson Lakes 

Los viñedos se van acabando y el paisaje cambia completamente conforme te acercas al Parque Nacional de los Nelson Lakes. Las hayas y las montañas con sus cumbres nevadas rodean los lagos Rotoiti y Rotoroa.






Desde Murchinson, para seguir bajando hacia la costa oeste, hay dos caminos desde Inangahua Junction: seguir por la SH6 hasta Westport o coger la SH69 para ir Gerymouth atravesando Reefton. Yo decidí seguir la primera ruta porque quería atravesar el puente colgante más largo de todo el país.



Nueva Zelanda: Día 7 – Cómo cruzar el Estrecho de Cook en ferry


👉 Para cruzar el estrecho de Cook en ferry hay dos posibilidades:

1. Interislander

Hace dos trayectos diarios a Picton. Sus barcos (el Aratika y el Arahanga) son enormes y tienen un montón de comodidades. El inconveniente está en su precio. Es el más caro de las dos compañías.


En la estación de tren de Wellington hay un servicio gratuito de autobús hasta la terminal del ferry.



2. Bluebridge 

Mucho más barata, fue la que reservé. Sus barcos no son tan grandes, pero también están llenos de cosas: sala de cine, cafetería, restaurante…

La ventaja es que la terminal está en pleno centro de Wellington, justo al lado de la estación de tren.


Hay que estar en la terminal con una hora de antelación, aunque se embarca media hora antes. Allí te dan una tarjeta para ti y otra para que se la pongas a tu vehículo. La entrada en el ferry es muy fácil y hay mucho personal para ayudar. No obstante, hacen hincapié mil veces en que apagues las luces antes de entrar en el barco para no cegar a los trabajadores.

Una vez dentro, entregas tu tarjeta en la recepción y te darán el pasaje y la llave, si has pedido camarote.

Consejos para cruzar el Estrecho de Cook en ferry

● Merece la pena contratar un camarote. Ahorrarás una noche de alojamiento y tendrás más tiempo para ver cosas al día siguiente, porque se duerme muy a gusto en ellos. Mi camarote tenía una litera con ropa de cama, un escritorio, un WC y una ducha con gel y champú. Lo único malo es que habían tenido un problema con la calefacción esa noche y hacía bastante frío.



● Los camarotes sólo están disponibles a ciertas horas: sólo cuando se trata de un trayecto nocturno. Si es de madrugada, te dejan entrar en el barco mucho antes para que puedas descansar en condiciones. Mi barco salía a la 2’30 de la mañana y pude embarcar a las 23’00 e irme a dormir. No pude cenar en el barco porque a esas horas el servicio de restaurante estaba muy limitado y sólo ofrecían snacks fríos.

● Puedes reservar tu desayuno por 8$ para que esté listo a la hora que quieras. Consta de una bebida a elegir y un plato (huevos con bacon, tazón de cereales o muffin y fruta). Los menús los tienes en su página web  http://www.bluebridge.co.nz/

● También tiene wifi gratis que funcionó perfectamente.



El barco llegó a las 6 de las mañana. Media hora antes de llegar, llaman a la puerta para despertarte. Si es verano, puedes pedir en recepción que te avisen por teléfono a la habitación cuando el barco esté atravesando los fiordos. Esas vistas del amanecer son impresionantes. Pero yo no tuve suerte. Como  fui en invierno, no ofrecían este servicio porque los atravesamos de noche y no se veía nada.

● Es de las primeras cosas que tienes que reservar cuando planifiques tu viaje. Los pasajes son muy limitados y es muy difícil encontrar plaza. Yo reservé dos meses antes y ya había barcos completos para esa fecha. Tuve suerte porque de madrugada quedaban aún muchas plazas.

Precio en el Bluebridge Ferry
  • 2 adultos: 51$
  • 1 campervan: 153$
  • 1 camarote doble: 40$
  • Total: 295$



Nueva Zelanda: Día 7 – Cómo llegar a la Colonia de focas de Cape Palliser


Esta visita no tiene desperdicio. Si tienes tiempo y ganas de coger el coche, no pierdas más tiempo en Wellington y dirígete a la Seal Colony del Cabo Palliser. A 2’30h de la capital, hay que atravesar una carretera de montaña muy serpenteante, primero subirla y luego bajarla, con un paisaje increíble; después, tendrás que seguir por grandes pastos verdes que acaban en la carretera del Cabo, justo al lado del mar.


Nada más que el paisaje en el coche ya merece la pena: caballos abrigaditos con un frío que pela y ovejas por todos lados, que parecen bolitas en las colinas.



Asegúrate de que tienes el depósito lleno, porque por la zona no hay ni una gasolinera, los pueblos son pequeñísimos y los conforman unas cuantas casas diseminadas.

Antes de llegar al cabo, para un poco en el pueblo pesquero de Ngawihi, Ngawi, pronunciado Nae wee. Está a 5 kilómetros del Cabo Palliser y en él te llamarán la atención los bulldozers que utilizan para llevar las barcas al mar, ya que no tienen puerto, ni ningún otro acceso al océano, como no sea la peligrosa playa. Presumen de ser el pueblo con más bulldozers por persona del mundo.


El cabo se encuentra en los pináculos de Putangirua, una reserva paisajística preciosa. Se accede a ellos por un sendero cercano al aparcamiento de Cape Palliser Road, siguiendo el cauce de un arroyo y se tarda 1'30h en llegar.



Yo dejé el coche cerca del aparcamiento, en un grupo de casas que hay al lado. No me atreví a pasar el coche por el camino, porque estaba en muy malas condiciones por las lluvias y lleno de grava.

Empecé a andar y pronto sentí un fuerte olor que no reconocí, pero que pronto me daría cuenta de que así es como huelen las focas. Y no es precisamente muy agradable. Pero se pasa pronto con la alegría que da el descubrirlas.

Me iba a acercar a una roca para sentarme un rato, cuando me sorprendió un gruñido que me acojonó. ¡La roca era una foca! Menos mal que no llegué a acercarme del todo. El camino estaba lleno de ellas. 





Esta es la mayor colonia de focas de la isla sur. Había por todos lados. En la playa me encontré con dos lugareños que me llevaron a ver la colonia de bebés. Atravesé con ellos las rocas, pasando muy cerquita de las focas grandes para disfrutar de las vistas. Y los gruñidos, cuando nos acercábamos demasiado, eran aterradores. No obstante, mis guías sabían mucho del lugar y de estos animales, porque habían vivido toda su vida allí. Me dijeron que no debíamos acercarnos demasiado a las grandes y que siempre les teníamos que dejar visible un camino de escape al mar. Porque gruñen cuando se sienten amenazadas y salen corriendo buscando el agua llevándose todo lo que pillan por medio, incluso pueden llegar a morder si están muy asustadas.





Iba a seguir mi camino hasta el faro, donde me esperaban sus 250 escalones, pero mis nuevos amigos me dijeron que había peligro de inundaciones y que debía volver pronto a Wellington, pues ya había varios accesos cortados.

Como no sabían si podía volver o no y yo tenía miedo porque debía coger el ferry por la noche, me llevaron a su casa – a la que entramos quitándonos los zapatos, como buenos neozelandeses. Allí empezaron a llamar a amigos que vivían cerca de los puentes inundados, para saber si se podía pasar o no. En un mapa me apuntaron los caminos de cabras alternativos y me dijeron que tenía que correr porque de los tres caminos posibles, sólo seguía abierto uno, los demás estaban inundados. Y éste último era muy probable que lo cortaran pronto.

Gracias a su amabilidad, me fui siguiendo sus indicaciones. ¡Menos mal que no seguí mi plan inicial de continuar hacia el faro! Fui el último coche en atravesar el puente. Después, las autoridades lo cerraron al paso.

Aun así, el camino de vuelta fue horroroso. Lluvia torrencial, viento de Wellington y, encima, niebla en la zona de montaña… bufff. Hubo unos tramos en los que me patinaba la caravana en las curvas…