Cuando llegamos a Tokyo dudamos en qué gastar nuestro último
día y al final decidimos volver a Odaiba para ver si estaba la feria que vimos
el primer día y entrar.
Antes, volvimos a comer en los chiringuitos del Kaminarimon.
En la misma vieja que la primera vez, pero esta vez los mismos noodles llevaban
camarones y sólo nos dimos cuenta cuando ya habíamos pagado y estábamos
sentados. Al poco rato de marear el plato un poco y de comerme mientras mi
último helado a lo Shin Chan, disimuladamente cogimos el plato y lo tiramos al
contenedor y salimos del garito discretamente.
Nada más salir escuchamos los gritos de la vieja. Estaba en
la puerta y nos seguía gritando, a saber qué diría. No veas la que nos lió por
tirar la comida, aunque se la hubiéramos pagao…
Pues a correr porque la tía seguía viniendo.