Japón - Día 3: Cómo es Yoyogi Park (Tokyo)


Desde la estación de Shinjuku es relativamente fácil ir a Yoyogi, a más o menos dos kilómetros. Se tardan unos 20 minutos en llegar a la zona del templo. Está muy bien señalizado y es todo recto.


El alma de Yoyogi es su santuario sintoísta. Meiji-Jingu. Se construyó en honor al emperador Meiji, gracias al cual Japón salió de su aislamiento. Se dice que los grandes árboles que inundan el camino han sido donados por visitantes de todo el país. A menos de diez minutos andando desde la entrada del parque accedes a la entrada al complejo de los templos. Está marcada con un tori gigante. A partir de aquí parece que no estás en Tokyo. La naturaleza lo llena todo.  El complejo es enorme. Está la sala del tesoro, (con objetos del emperador, incluido su carruaje), un museo, un jardín (hay que pagar entrada aparte para verlo), y una casa de té.


Continuando todo el complejo hacia abajo y sin detenerme mucho, llegué a la parte por lo que es más famoso en occidente Yoyogi Park. Si te sales de los templos, todo el parque es célebre por ser el centro de reunión de los frikis de Tokyo. Los famosos rockabilly dancers con sus botas rotas de tanto bailar, músicos, cantantes, gente con cometas de lo más variopintas, gente en la cuerda floja, dando abrazos, dando vueltas literalmente alrededor de las personas… cualquier hobby vale. Y si es estrambótico, mejor.




Al final de Yoyogi se encuentra el National Gymnasium, un edificio que en su entrada tenía alojado el Festival a-nation Musicweek. ¡Qué ambientazo! Tenderetes por todos sitios, concurso de bikinis al puro estilo manga, desfiles, conciertos, puestos de comida… La entrada era gratuita, así que disfruté allí un poquito antes de seguir mi ruta, sin olvidarme de nuestro Sandevid, que estaba triunfando allí.




Aproveché para comprarme un yukata muy mono, con sus accesorios, súper barato. Me explicaron en japanglish que la condición para que lo vendieran tan barato era que era una iniciativa de una asociación juvenil y que tenía que posar con el puesto sonriendo para subirlo a Facebook, donde se exhibirían todas las fotos. Dicho y hecho.




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